viernes, 27 de julio de 2012

Baby blues y depresión postparto


LA DEPRESIÓN POSTPARTO Y EL BABY BLUES

El momento en que se convirtieron en madres es definido por muchas mujeres como el momento más feliz de sus vidas. Después de meses de gestación y quizás años de espera muchas mujeres ven con la llegada de su hijo una culminación a su proyecto de vida, un momento de felicidad inmensa.

Por desgracia no siempre es así. Cientos de mujeres al dar a luz y en los días posteriores experimentan emociones que no tienen nada que ver con las que esperaban sentir: tristeza, apatía, irritabilidad…etc. Emociones que no esperaban y que se presentan convirtiendo el nacimiento de los hijos en momentos difíciles y contradictorios para las madres.

Esta semana queremos hablaros de la “depresión post parto” y del “baby blues” dos de las etiquetas con las que se definen estos estados anímicos que pueden vivir las madres después del parto.

LA DEPRESIÓN PUERPERAL (BABY BLUES)

Muchas mujeres (15-80%, Pitt 1973) padecen de depresión puerperal o baby blues, un trastorno transitorio que se caracteriza por insomnio, cansancio, congoja, ansiedad (generalmente sobre el recién nacido), irritabilidad, falta de concentración y estado de ánimo irritable sumados muchas veces a la falta de sueño y al agotamiento físico y mental después del parto. Esto puede durar desde horas después del parto hasta días. Habitualmente alcanza su punto máximo el cuarto o quinto día posterior al parto. Suele tener sólo un efecto mínimo sobre la capacidad para funcionar de la madre y se resuelve sin secuelas.

Suele estar causado por la disminución abrupta de una hormona llama progesterona al final del embarazo así como por la adaptación normal de la pareja a la nueva vida que con la llegada de su hijo inician (nuevos horarios, nuevas dinámicas…etc.).

A diferencia de la depresión, no requiere tratamiento.

LA DEPRESIÓN POSPARTO

La depresión post-parto, también conocida como depresión post-natal, es una forma de depresión que ocurre en la madre después del nacimiento de su hijo y se conoce desde hace siglos.

Los síntomas con los que se presenta son similares a los de la depresión en otras etapas de la vida: ánimo triste, sentimientos de vacío, disminución del placer en las actividades y pasatiempos, un cambio marcado en el apetito y el sueño, falta de energía, sentimientos de poco valor o baja autoestima, sentimientos de culpa, disminución de la concentración y en casos mas severos, pensamientos de muerte.

Además del sufrimiento de la madre, estos síntomas alteran todo su entorno, que no suele entender como la madre puede vivir esas emociones negativas en un momento que para todos está lleno de felicidad.

La presencia continuada de estos sentimientos en la madre puede provocar problemas de pareja y dificultades en la vinculación con su hijo. Estas dificultades en la vinculación pueden tener repercusiones en el bebé, en el cual los primeros años de vida representan un periodo crítico en su desarrollo y donde un vínculo estable con su madre es uno de sus motores para avanzar.

Muchas madres sufren en silencio y evitan confesar su estado anímico ya que normalmente se espera que el nacimiento de su hijo sea motivo de alegría. Sienten culpa al no poder disfrutarlo como el resto de la familia, lo que ocasiona el peligro de que menos de la mitad de las madres con depresión puedan ser diagnosticadas y por lo tanto tratadas.

Síntomas de Depresión Post-Parto:
Animo triste
Sentimientos de vacío
Disminución del placer en las actividades y pasatiempos
Cambio marcado en el apetito y el sueño
Falta de energía
Disminución de la concentración
Sensación de incapacidad frente a los cuidados del recién nacido
Sentimientos de poco valor o baja autoestima
Sentimientos de culpa  

ALGUNAS IDEAS PREVENTIVAS PARA LAS MADRES

Expresa los sentimientos tanto positivos como negativos que se te estén presentando.
Disfruta el tiempo presente con tu hijo. No pienses en el futuro y las dificultades que pueden ocurrir sino en cada día como único.
Dedica tiempo para ti misma. Con la llegada de tu hijo te conviertes en madre pero no olvides que eres muchas otras cosas, sigue cultivando tus aficiones y no olvides a tus amistades.
No te exijas más de lo que puedes, no existen las supermujeres.
Nunca dudes en pedir ayuda.
Consultar a tu medico en caso de que estos síntomas se acentúen o hayan persistido por más de 4-6 semanas.

Bibliografía:
DEPRESIÓN POST-PARTO: PRESENCIA Y MANEJO PSICOLÓGICO. POSTPARTUM DEPRESSION: OCURRENCE AND HANDLING. Jaime Ernesto Vargas-Mendoza y Magdalena García Jarquín


Silvia Pastor Lopez
Psicóloga
Col. 17944

viernes, 13 de julio de 2012

Niños con autismo



En este documento vamos a explicar que se entiende por este trastorno, cuales son los rasgos fundamentales presentes en estos niños. Hablaremos también de las causas y del tratamiento que reciben.

Leo Kanner (1943) es quien realizó la primera descripción del trastorno. El autismo es un trastorno del desarrollo infantil. Esto significa que se trata de un trastorno que se manifiesta en los primeros tres años de la vida y que se caracteriza porque no aparecen – o lo hacen de modo claramente desviado de lo esperable - algunos aspectos normales del desarrollo: las competencias habituales para relacionarse, comunicarse y jugar o comportarse como los demás niños.

Es importante ser consciente del comienzo precoz de esta patología en el primer periodo de vida.

El autismo es el resultado de un daño neurológico que afecta a las funciones cerebrales e interfiere en el desarrollo normal del cerebro en las áreas de razonamiento, habilidades de comunicación y la interacción social.
Cuando hablamos de autismo hablamos de un conjunto de alteraciones semejantes, pero cuya manifestación varía mucho en grado y forma de unos niños a otros, es decir a pesar de las diferencias que pueda existir entre diferentes personas con autismo, todas ellas comparten dificultades en cuanto a habilidades sociales, de comunicación e imaginación; por lo que hablamos de Trastorno del Espectro Autista (TEA), ya que se entiende el autismo como un continuo de síntomas que van de mayor a menor gravedad. Este término fue introducido por Lorna Wing (1988).
Lorna Wing diferenció entre 4 dimensiones principales alteradas en los niños con autismo:
-      Alteración cualitativa en la interacción social
-      Alteración en las capacidades de comunicación social
-      Patrones restringidos de comportamiento, intereses y actividades
-      Alteración en las habilidades de imaginación y comprensión social

  • Alteraciones cualitativas en la interacción social:
No les resulta sencillo apreciar las intenciones de los demás, desarrollar juegos y hacer amigos. En consecuencia, el mundo social no les resulta fácil y en muchas ocasiones no les interesa, mostrando aislamiento. Estas limitaciones sociales son especialmente marcadas en la infancia, atenuándose un poco a lo largo de la vida; ya que su interés social va aumentando espontáneamente y ello favorece el aprendizaje de nuevas competencias.

  • Alteraciones en la comunicación social
Frecuentemente, aquellos que desarrollan el habla lo hacen con ciertas características peculiares: ecolalia (repiten lo que escuchan de la gente de su alrededor), perseveración en las actividades, entonación anormal, etc. Lo más característico es el que el lenguaje no es utilizado de manera social para compartir experiencias y vivencias; presentando dificultad para iniciar o mantener una conversación recíproca; comprender sutilezas, bromas, ironía o dobles intenciones. Este fallo de la comunicación verbal se acompaña además de pobreza o ausencia de la comunicación no verbal: gestos, posturas o expresiones faciales que acompañan normalmente al habla o la sustituyen.

  • Patrones restringidos de comportamiento, intereses y actividades
Las personas con autismo presentan intereses especiales, que no son frecuentes en otras personas de su edad (fascinación por partes de objetos, piezas giratorias, letras o logotipos, etc.), aunque lo más característico es que no comparten sus intereses con los demás. Pueden aparecer movimientos corporales estereotipados (aleteos, giros sobre uno mismo, balanceo, deambulación sin funcionalidad, etc.). El juego tiende a ser repetitivo y poco imaginativo (hacer hileras, agrupamientos, fascinación por contar y repetir, etc.). Muchas personas presentan ansiedad ante los cambios de sus rutinas y/o del entorno (horarios, recorridos, objetos o personas que cambian su ubicación o postura, etc.). En las personas con mayor capacidad intelectual sus intereses restringidos son más sofisticados y pueden incluir el hacer colecciones, listados, recopilar datos sobre temas específicos: astronomía, monedas, mapas, trenes, programas informáticos, etc.
Muchos de estos niños padecen fenómenos de hipo e hipersensibilidad a los estímulos sensoriales. Esta alteración sensorial puede explicar fenómenos frecuentemente observados como por ejemplo, taparse los oídos, no tolerar determinados alimentos o tejidos, rechazar el contacto físico, autoestimularse con la saliva o mirando reflejos ópticos, o responder inusualmente al dolor.

  • Alteración en las habilidades de imaginación y comprensión social:
Manifiestan limitaciones en el juego que realizan. Presentan un juego primario, y solitario. Realizan las actividades que les interesan en ese momento con preferencia en juegos mecánicos y funcionales con escasa función simbólica.



La detección precoz es uno de los principales objetivos para los Servicios de Atención Primaria, ya que conlleva la intervención temprana y a la mejora del pronóstico, pasos esenciales para los niños con TEA.

En términos generales el autismo se caracteriza por un extremo aislamiento del niño en relación al ambiente, esto lo podemos observar cuando a los cuatro meses el bebé no muestra movimientos anticipatorios para ser cogido en brazos.

En la actualidad, la evidencia científica plantea una visión multifactorial compleja, por interacción de diversos factores, genéticos y ambientales, sin que todavía se conozca exactamente cuáles son y cómo interactúan los posibles factores ambientales sobre la susceptibilidad genética. Entre los factores ambientales, se han sugerido infecciones víricas (rubéola, herpes, citomegalovirus, etc.), complicaciones obstétricas, administración de vacunas (aspecto controvertido que recientemente se ha absolutamente descartado), intoxicaciones, intolerancia a ciertos alimentos y nutrientes, consumo de determinados productos durante el embarazo, alteraciones gastrointestinales, etc. Hasta la fecha, la conclusión de los numerosos grupos de trabajo es que no existe evidencia documentada de modo científico, que pruebe que los factores ambientales estudiados sean por sí mismos causantes del autismo.

Aunque algunos estudios e informes familiares señalan anomalías observables en los primeros 12 – 18 meses de vida, es actualmente a partir de los 24 meses cuando se aprecian, con mayor intensidad, los síntomas característicos. El desarrollo del lenguaje, en los primeros años de vida, presenta un retraso significativo o características peculiares en una mayoría de personas con TEA.

En niños de alrededor de dos años de edad, los síntomas más frecuentes son: la ausencia de una mirada normal a los ojos; el no compartir interés o placer con los otros; la falta de respuesta al ser llamado por su nombre; el no “llevar y mostrar” cosas a los demás, y el no señalar con el dedo índice.

Signos precoces detectados con más frecuencia en el niño con riesgo de autismo:
-          Retraso en el desarrollo de la comunicación y del lenguaje
-          Dificultad para dirigir su mirada en la misma dirección en que mira otra persona
-          No mira hacia donde otros señalan
-          Ausencia se atención conjunta (no alterna la mirada entre un objeto y el adulto)
-          Ausencia de gestos comunicativos (apenas señala para pedir, no dice adiós con la mano)
-          Ausencia del balbuceo inicial/comunicativo como si conversara con un adulto
-          Ausencia de palabras o de frases simples
-          Regresión en el uso de palabras o frases y en la implicación social
-          Alteraciones en el desarrollo de la interacción social, la respuesta emocional y el juego
-          Falta de sonrisa social
-          Falta de interés en juegos de interacción social
-          Escaso interés en otros niños  (los ignora evita, no imita sus juegos)
-          No responde cuando se le llama por su nombre
-          Ausencia de juego funcional o simbólico (dar de comer, bañar o vestir a un muñeco)
-          Escasez de expresiones emocionales acompañadas de contacto ocular asociados a situaciones específicas
-          Ausencia de imitación espontanea
-          Intereses restringidos y movimientos repetitivos
-          Ausencia o escasa exploración visual activa del entorno
-          Tendencia a fijarse visualmente en ciertos estímulos u objetos (como son las luces)
-          Tendencia a sub- o sobre- reaccionar a sonidos u otras formas de estimulación ambiental (ejemplo: busca ciertos estímulos o se cubre los oídos ante sonidos que no son muy fuertes)
-          Movimientos repetitivos o posturas del cuerpo, brazos, manos o dedos
-          Tono muscular, posturas, patrones de movimientos anormales.
-          Irritabilidad
-          Desórdenes del sueño

Un programa eficaz va construyendo competencias a partir del interés del niño (o fomentándolo inicialmente), a menudo con un calendario predecible, enseñando tareas fraccionadas en pasos sencillos, implicando activamente al niño en actividades altamente estructuradas y reforzando de maneras variadas su comportamiento. La participación de los padres se ha identificado como un factor fundamental para el éxito y la familia debe coordinarse con el profesorado y otros profesionales de apoyo a la hora de determinar objetivos y sistemas de apoyo (comunicación aumentativa, ayudas visuales, uso de las nuevas tecnologías, historias sociales, etc.).
La enseñanza organizada y estructurada, sea en contextos naturales (su casa) o en contextos específicos de aprendizaje (la escuela o servicios especializados), es la intervención más eficaz y hay datos que apoyan que el recibir este tipo de intervención desde la temprana infancia, esto es durante la educación pre-escolar, se asocia con un mejor pronóstico.



BIBLIOGRAFIA:

-          Josep M. Brun, Rafael Villanueva. Niños con autismo. Experiencia y experiencias. Editorial Promolibro, Valencia. ISBN: 84-7986-573-3.

-          Llúcia Viloca. El niño autista. Detección, evolución y tratamiento. Ediciones CEAC. S.A. 2003. ISBN 84-329-9530-4.

-          http://autismodiario.org/



Lucía Galván
Psicóloga
Col. 18562

viernes, 6 de julio de 2012

DESARROLLO DEL VINCULO AFECTIVO




En este documento hablamos y tratamos el vínculo afectivo, es decir, la relación más importante que se establece entre la madre, padre o figura de referencia con el bebé. Explicamos como aparece y los tipos de vínculo que hay.

El establecimiento de vínculos afectivos entre el bebé y las figuras de referencia para él, constituye una de las bases del desarrollo humano. Las necesidades de los niños son físicas y afectivas, por lo que no es suficiente con atender solo sus necesidades físicas. Esto permite que las personas adultas y el bebé se vinculen mutuamente, la cual cosa es básica para conseguir seguridad emocional.

La principal función del vínculo afectivo consiste en dar seguridad al bebé respecto a la exploración del mundo que le rodea. A partir del año, los bebés se vuelven más autónomos porque se sienten más seguros emocionalmente y no necesitan la presencia permanente de las personas adultas con las cuales está vinculado.

Los psicólogos Mary Ainsworth y John Bowlby fueron los primeros en estudiar la vinculación afectiva en la infancia. Bowlby (1951) reconoció el papel que juega el bebé en el fortalecimiento del vínculo afectivo y advirtió en contra de la separación entre madre e hijo.
Existen cuatro etapas en el desarrollo del vínculo afectivo de los bebés durante el primer año de vida:
1. Antes de los dos meses, los bebés responden sin discriminación ante cualquier persona.

2. Hacia las 8 a 12 semanas, los bebés lloran, sonríen y balbucean más ante la madre que ante cualquier otra persona, pero todavía responden antes los demás.

3. A los 6 o 7 meses, los bebés muestran un vínculo afectivo claro con la madre, y disminuyen su expresión de amistad hacia los demás.

4. Sobrepuesto con lo anterior, los bebés desarrollan un vínculo afectivo con otras personas familiares, como el padre o los hermanos. El miedo a los extraños puede aparecer entre los seis y ocho meses.


 
El vínculo se desarrolla como consecuencia de las repuestas de la madre ante las conductas innatas del niño. Desde que él nace, empieza a interactuar con la madre a través del contacto piel a piel, las miradas y la interacción entre ambos en el momento de la lactancia. El bebé empieza a reconocer y diferenciar a la persona que lo acompaña y lo cuida siempre, posteriormente mostrará preferencia por esa persona, estará contento con su compañía y se disgustará en su ausencia. Estas son las manifestaciones que indican un desarrollo del vínculo óptimo entre la madre y su hijo.

Existen cuatro tipos de vinculación afectiva:

Vínculo afectivo de seguridad (vinculo seguro):
 Los bebés con una vinculación segura lloran o protestan cuando se va la madre y expresan felicidad cuando regresa. Utilizan a la madre como base segura; es decir, se alejan de ella para explorar, regresando ocasionalmente para asegurarse. Son bebés que cooperan y no suelen sentir ira.
El vínculo afectivo seguro se establece a partir de la confianza. El bebé confía en que la madre estará ahí para cubrir sus necesidades y la considerará como una base segura a la que volver siempre que lo necesite.
A los 18 meses se desplazan mejor que los bebés con vínculo afectivo de ansiedad.

Vínculo afectivo de evitación: (vinculo inseguro)
 Estos bebés rara vez lloran cuando se va la madre y la evitan cuando regresa. Se mantienen apartados de ella incluso cuando la necesitan y tienden a disgustarse con facilidad. Les molesta que los alcen en brazos pero aún más que los bajen.

Vínculo afectivo ambivalente o resistente:
 Estos bebés se vuelven ansiosos incluso antes de que la madre se vaya, y se ponen muy alterados cuando se marcha. Cuando ella vuelve demuestran su ambivalencia porque buscan el contacto con ella pero al mismo tiempo patean y chillan. No exploran mucho y son difíciles de calmar.

Vínculo afectivo desorganizado-desorientado:
 Los bebés con este tipo de vínculo muestran comportamientos contradictorios e inconsistentes. Saludan a la madre cuando regresa pero luego se alejan o se acercan sin mirarla. Parecen confundidos o temerosos.

Las madres que han establecido con sus hijos un vínculo de seguridad son sensibles a ellos durante el primer año de vida. Son capaces de captar y entender las señales de sus hijos acerca de cuándo alimentarlos y cuándo detenerse, disminuir o acelerar la alimentación.
El nivel de ansiedad de la madre durante el embarazo también parece ejercer una influencia. Cuanto más alto sea dicho nivel de ansiedad es más probable que el vínculo con su hijo sea más inseguro.
Cuando una madre trabajadora tiene altos niveles de ansiedad, es más probable que se establezca un vínculo de evitación. Esto es debido a que algunas mujeres ejercen demasiado control sobre sus hijos como un modo de compensar su ausencia durante el trabajo y se sienten ansiosas ante la separación de su hijo.
Los bebés con vínculo afectivo de inseguridad lloran más, exigen más atención y demuestran más tristeza e ira. Este comportamiento puede hacer que sus madres sientan tristeza, ira y desamparo, y este comportamiento, a su vez afectaría al bebé.

Prácticamente cualquier cosa que haga un bebé (succionar, sonreír, llorar, abrazar...) que produzca una respuesta de un adulto puede formar parte del establecimiento del vínculo afectivo. Hacia la octava semana de vida, los bebés dirigen estos comportamientos hacia la madre más que a cualquier otra persona. Cuando la madre responde con calidez y alegría y brinda al bebé la oportunidad de contacto físico frecuente y libertad para explorar, los niños se dan cuenta de que sus acciones ejercen una influencia en los demás, lo cual les proporciona un sentimiento de poder y confianza en su capacidad para obtener lo que desean. Los bebés que lloran y se agitan mucho, pero cuya madre responde calmándolos tienden a desarrollar un vínculo afectivo de seguridad.

Los niños que han establecido un vínculo de seguridad y que, por tanto, cuentan con una base segura, no necesitan estar abrazados a sus madres continuamente. Se sienten seguros para alejarse de ella y explorar el ambiente, porque saben que ella seguirá ahí cuando vuelvan. Esta libertad les permite intentar y aprender cosas nuevas, afrontar problemas y sentirse más tranquilos ante las situaciones nuevas o desconocidas.

Entre los tres y cinco años, los niños con vínculos afectivos de seguridad son más curiosos y competentes, se llevan mejor con otros niños y tienen mayor probabilidad de establecer amistades íntimas. También tienen una mayor probabilidad de ser independientes en el preescolar y consultar a los profesores sólo cuándo los necesitan.
A los diez y once años, los niños que han tenido un vínculo de seguridad en la infancia son más capaces de hacer y mantener amigos y de actuar en grupo.
Por lo general, los patrones del vínculo afectivo persisten a lo largo del tiempo, pero a menudo también pueden cambiar.

Expresiones del vínculo
La alimentación en la acción de amamantar, confluyen la necesidad de dar satisfacción a un deseo imperioso y la sensación de calidez y ternura que percibe en el regazo de la madre. El intercambio de miradas y sonrisas, el tacto delicado de la piel y toda la situación en conjunto le ayudan a sentirse querido. La alimentación está llena de contenidos de naturaleza afectiva, social, así como de connotaciones individuales y grupales.
El llanto del bebé es el primer lenguaje. El adulto tiene que llegar a comprender lo que quiere decir el llanto. Es muy importante para los padres aprender a distinguir los distintos llantos. Eso evitará tensiones en el adulto, que, con frecuencia, acaban transmitiéndose al bebé, complicando y llenando a menudo de temores las relaciones entre éste y el adulto.
El estado de vigilancia, a partir de los seis meses, el bebé se da cuenta de que el sueño es una especie de viaje durante el cual pierde contacto con el entorno inmediato y con los personajes más importantes para él. Justamente, alrededor de este momento se instala la angustia de separación, situada durante el octavo mes de vida. El pequeño se asusta de los extraños porque los ve como la no-mamá, es decir la ausencia de ella.

Lucía Galván
Psicóloga.
Num. Colegiado. 18562



BIBLIOGRAFIA:
Guías del Departamento de Benestar Social y Familia.
Programa: Crèixer amb tú: els infants de 0 a 18 mesos. Vila, Ignasi. 2007. 2ª ed. Barcelona: Generalitat de Catalunya, Departament d'Acció Social i Ciutadania, Secretaria de Polítiques Familiars i Drets de Ciutadania, DL 2007.
http://www.cepvi.com/psicologia-infantil/vinculo_afectivo.shtml