viernes, 6 de julio de 2012

DESARROLLO DEL VINCULO AFECTIVO




En este documento hablamos y tratamos el vínculo afectivo, es decir, la relación más importante que se establece entre la madre, padre o figura de referencia con el bebé. Explicamos como aparece y los tipos de vínculo que hay.

El establecimiento de vínculos afectivos entre el bebé y las figuras de referencia para él, constituye una de las bases del desarrollo humano. Las necesidades de los niños son físicas y afectivas, por lo que no es suficiente con atender solo sus necesidades físicas. Esto permite que las personas adultas y el bebé se vinculen mutuamente, la cual cosa es básica para conseguir seguridad emocional.

La principal función del vínculo afectivo consiste en dar seguridad al bebé respecto a la exploración del mundo que le rodea. A partir del año, los bebés se vuelven más autónomos porque se sienten más seguros emocionalmente y no necesitan la presencia permanente de las personas adultas con las cuales está vinculado.

Los psicólogos Mary Ainsworth y John Bowlby fueron los primeros en estudiar la vinculación afectiva en la infancia. Bowlby (1951) reconoció el papel que juega el bebé en el fortalecimiento del vínculo afectivo y advirtió en contra de la separación entre madre e hijo.
Existen cuatro etapas en el desarrollo del vínculo afectivo de los bebés durante el primer año de vida:
1. Antes de los dos meses, los bebés responden sin discriminación ante cualquier persona.

2. Hacia las 8 a 12 semanas, los bebés lloran, sonríen y balbucean más ante la madre que ante cualquier otra persona, pero todavía responden antes los demás.

3. A los 6 o 7 meses, los bebés muestran un vínculo afectivo claro con la madre, y disminuyen su expresión de amistad hacia los demás.

4. Sobrepuesto con lo anterior, los bebés desarrollan un vínculo afectivo con otras personas familiares, como el padre o los hermanos. El miedo a los extraños puede aparecer entre los seis y ocho meses.


 
El vínculo se desarrolla como consecuencia de las repuestas de la madre ante las conductas innatas del niño. Desde que él nace, empieza a interactuar con la madre a través del contacto piel a piel, las miradas y la interacción entre ambos en el momento de la lactancia. El bebé empieza a reconocer y diferenciar a la persona que lo acompaña y lo cuida siempre, posteriormente mostrará preferencia por esa persona, estará contento con su compañía y se disgustará en su ausencia. Estas son las manifestaciones que indican un desarrollo del vínculo óptimo entre la madre y su hijo.

Existen cuatro tipos de vinculación afectiva:

Vínculo afectivo de seguridad (vinculo seguro):
 Los bebés con una vinculación segura lloran o protestan cuando se va la madre y expresan felicidad cuando regresa. Utilizan a la madre como base segura; es decir, se alejan de ella para explorar, regresando ocasionalmente para asegurarse. Son bebés que cooperan y no suelen sentir ira.
El vínculo afectivo seguro se establece a partir de la confianza. El bebé confía en que la madre estará ahí para cubrir sus necesidades y la considerará como una base segura a la que volver siempre que lo necesite.
A los 18 meses se desplazan mejor que los bebés con vínculo afectivo de ansiedad.

Vínculo afectivo de evitación: (vinculo inseguro)
 Estos bebés rara vez lloran cuando se va la madre y la evitan cuando regresa. Se mantienen apartados de ella incluso cuando la necesitan y tienden a disgustarse con facilidad. Les molesta que los alcen en brazos pero aún más que los bajen.

Vínculo afectivo ambivalente o resistente:
 Estos bebés se vuelven ansiosos incluso antes de que la madre se vaya, y se ponen muy alterados cuando se marcha. Cuando ella vuelve demuestran su ambivalencia porque buscan el contacto con ella pero al mismo tiempo patean y chillan. No exploran mucho y son difíciles de calmar.

Vínculo afectivo desorganizado-desorientado:
 Los bebés con este tipo de vínculo muestran comportamientos contradictorios e inconsistentes. Saludan a la madre cuando regresa pero luego se alejan o se acercan sin mirarla. Parecen confundidos o temerosos.

Las madres que han establecido con sus hijos un vínculo de seguridad son sensibles a ellos durante el primer año de vida. Son capaces de captar y entender las señales de sus hijos acerca de cuándo alimentarlos y cuándo detenerse, disminuir o acelerar la alimentación.
El nivel de ansiedad de la madre durante el embarazo también parece ejercer una influencia. Cuanto más alto sea dicho nivel de ansiedad es más probable que el vínculo con su hijo sea más inseguro.
Cuando una madre trabajadora tiene altos niveles de ansiedad, es más probable que se establezca un vínculo de evitación. Esto es debido a que algunas mujeres ejercen demasiado control sobre sus hijos como un modo de compensar su ausencia durante el trabajo y se sienten ansiosas ante la separación de su hijo.
Los bebés con vínculo afectivo de inseguridad lloran más, exigen más atención y demuestran más tristeza e ira. Este comportamiento puede hacer que sus madres sientan tristeza, ira y desamparo, y este comportamiento, a su vez afectaría al bebé.

Prácticamente cualquier cosa que haga un bebé (succionar, sonreír, llorar, abrazar...) que produzca una respuesta de un adulto puede formar parte del establecimiento del vínculo afectivo. Hacia la octava semana de vida, los bebés dirigen estos comportamientos hacia la madre más que a cualquier otra persona. Cuando la madre responde con calidez y alegría y brinda al bebé la oportunidad de contacto físico frecuente y libertad para explorar, los niños se dan cuenta de que sus acciones ejercen una influencia en los demás, lo cual les proporciona un sentimiento de poder y confianza en su capacidad para obtener lo que desean. Los bebés que lloran y se agitan mucho, pero cuya madre responde calmándolos tienden a desarrollar un vínculo afectivo de seguridad.

Los niños que han establecido un vínculo de seguridad y que, por tanto, cuentan con una base segura, no necesitan estar abrazados a sus madres continuamente. Se sienten seguros para alejarse de ella y explorar el ambiente, porque saben que ella seguirá ahí cuando vuelvan. Esta libertad les permite intentar y aprender cosas nuevas, afrontar problemas y sentirse más tranquilos ante las situaciones nuevas o desconocidas.

Entre los tres y cinco años, los niños con vínculos afectivos de seguridad son más curiosos y competentes, se llevan mejor con otros niños y tienen mayor probabilidad de establecer amistades íntimas. También tienen una mayor probabilidad de ser independientes en el preescolar y consultar a los profesores sólo cuándo los necesitan.
A los diez y once años, los niños que han tenido un vínculo de seguridad en la infancia son más capaces de hacer y mantener amigos y de actuar en grupo.
Por lo general, los patrones del vínculo afectivo persisten a lo largo del tiempo, pero a menudo también pueden cambiar.

Expresiones del vínculo
La alimentación en la acción de amamantar, confluyen la necesidad de dar satisfacción a un deseo imperioso y la sensación de calidez y ternura que percibe en el regazo de la madre. El intercambio de miradas y sonrisas, el tacto delicado de la piel y toda la situación en conjunto le ayudan a sentirse querido. La alimentación está llena de contenidos de naturaleza afectiva, social, así como de connotaciones individuales y grupales.
El llanto del bebé es el primer lenguaje. El adulto tiene que llegar a comprender lo que quiere decir el llanto. Es muy importante para los padres aprender a distinguir los distintos llantos. Eso evitará tensiones en el adulto, que, con frecuencia, acaban transmitiéndose al bebé, complicando y llenando a menudo de temores las relaciones entre éste y el adulto.
El estado de vigilancia, a partir de los seis meses, el bebé se da cuenta de que el sueño es una especie de viaje durante el cual pierde contacto con el entorno inmediato y con los personajes más importantes para él. Justamente, alrededor de este momento se instala la angustia de separación, situada durante el octavo mes de vida. El pequeño se asusta de los extraños porque los ve como la no-mamá, es decir la ausencia de ella.

Lucía Galván
Psicóloga.
Num. Colegiado. 18562



BIBLIOGRAFIA:
Guías del Departamento de Benestar Social y Familia.
Programa: Crèixer amb tú: els infants de 0 a 18 mesos. Vila, Ignasi. 2007. 2ª ed. Barcelona: Generalitat de Catalunya, Departament d'Acció Social i Ciutadania, Secretaria de Polítiques Familiars i Drets de Ciutadania, DL 2007.
http://www.cepvi.com/psicologia-infantil/vinculo_afectivo.shtml

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