viernes, 14 de septiembre de 2012

EL DUELO POR LA MUERTE DE UN HIJO




En este documente tratamos un tema que seguramente sea de los más difíciles y complicados de explicar, el duelo por la muerte de un hijo. Seguramente nadie tiene la respuesta ante la pregunta de cómo superar la muerte de un hijo.
El duelo es el trabajo psicológico necesario para que la pérdida del ser querido se pueda superar con el tiempo.

En el ciclo de la vida lo normal es que nosotros muramos primero que nuestros hijos, pero cuando sucede lo contrario se nos trastoca todo el proceso de vida.

La muerte de un ser querido es un suceso al que nunca estamos preparados para afrontar, pero cuando un hijo se nos va es fácil encontrarnos ante un estado que se nos escapa de las manos, por lo que será bueno y necesario el poder tener apoyos en nuestro alrededor, ya sea la familia, amigos o especialistas, que puedan ayudar y guiar a lo largo de este proceso. No podemos cuantificar ni comparar el dolor que puede provocar la muerte de un hijo, y seguramente para cada uno de nosotros nuestras pérdidas sean las más dolorosas. 
Los padres se sienten responsables de la protección de sus hijos y, su pérdida, suele ser vivida como un fracaso y con un gran sentimiento de culpabilidad.

Lo importante es entender que un proceso de estas características es individual, ninguno es igual a otro y es diferente el duelo que vive un padre, una madre, los hijos o los abuelos.
En términos generales, un duelo normal puede durar entre 6 meses y 3 años. Cuando se sobrepasa este lapso, se habla de un problema patológico y se recomienda acudir a terapia con un profesional.
Es frecuente que la muerte de un hijo produzca tensiones y conflictos en la vida de pareja, derivadas de las diferentes formas de aceptar la pérdida. A veces, uno de los cónyuges puede pensar que al otro no le ha afectado tanto la muerte porque no llora o no habla de él, y otras porque puede que la pareja no viva al mismo tiempo los momentos de mayor dolor o las crisis emocionales derivadas de la pérdida. Es también relativamente habitual culpar de alguna manera a la pareja, lo que se puede traducir en reproches continuos o en sentimientos de impaciencia e irritabilidad hacia el otro. 

Existen etapas dentro del proceso de duelo que se repiten en la mayoría de los casos:

-      Evitación/negación: se presenta como un  rechazo ante la noticia, impide la aceptación de la pérdida como verídica. Se caracteriza por un bloqueo emocional y mental. Se puede entender como estado de “shock”. Se deambula por la vida y pueden darse episodios de amnesia, de no llorar o de permanecer como sonámbulo.
Después de unas tres semanas, se empiezan a experimentar las siguientes fases que no guardan un orden estricto y que pueden repetirse más de una vez.
-      Defensa psicológica/depresión: este es un periodo caracterizado por depresión (tristeza profunda).
-      Confrontación: esta es la etapa más complicada, que más cuesta de resistir y con más carga emocional, ya que implica tener que aceptar la realidad. Aquí es cuando muchas personas hablan de que le duele el corazón o el alma de pena.
-      Rabia/ira: en esta fase aparece la ira y se buscan culpables (uno mismo, el personal médico, Dios). Abundan los sentimientos de impotencia.
-      Reestablecimiento/aceptación: se produce una reubicación al mundo real. Es cuando ya puede hablar de la pérdida, aunque siga doliendo.


A continuación mostramos indicadores que nos muestran que una persona que ha sufrido una pérdida necesita ayuda:

-      Que pase más de tres meses, desde que ha sufrido la pérdida, en los cuales la persona no busque ayuda por sí misma.
-      Que la persona le pierda el sabor a la vida, tanto que ya no tenga motivaciones, nada de lo que antes le llamaba la atención le motiva en la actualidad (que se desconecte de la familia, de la pareja, amigos,…).
-      Cuando ya no le interesa ni su propio cuidado físico, que deje de comer, de prestar atención a su estado físico.
-      Cuando rompen lazos de unión con los que antes se relacionaba.

No es fácil salir uno solo de un dolor tan grande como es la pérdida de un hijo, por lo que será importante apoyarnos en otras personas para volver a alcanzar el equilibrio personal y la armonía familiar.
 


Lucía Galván Trapote
Psicóloga
Num. Col. 18562



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