Esta
semana decidimos hablar sobre el aprendizaje y las diferentes maneras en que
los niños viven y se aproximan a él. El aprendizaje no siempre es vivido como
una experiencia positiva y debemos aprender a identificarlo para poder
ayudarlos.
Aprender.
Una palabra que utilizamos con frecuencia pero hoy nos proponemos a analizarla
más a fondo y saber que implica aprender y qué necesitamos para aprender.
Igual
que existen un conjunto de necesidades biológicas que el organismo ha de
satisfacer para mantener un correcto equilibrio, también tenemos necesidades
psicológicas que conviene llegar a satisfacer para conseguir mantener un buen
desarrollo intelectual y funcional.
Así
que aprender estaría motivado por la diferencia que existe entre lo que sabemos
y lo que queremos saber que provoca un cierto grado de necesidad funcional y
psicológica. El deseo de aprender esta también provocado por la curiosidad,
producto del interés por los otros, por el entorno y por las ganas de
conocerlos más a fondo.
Aprender
es también una experiencia emocional que se inicia a partir del nacimiento y
que se establece dentro de un proceso, continuo y sin final, de interacción
mutua entre el niño, los padres y el medio.
Para
aprender es necesario cumplir unas premisas: reconocer el no saber, siendo
capaz de tolerar la frustración que esto representa, sentir deseo y necesidad y
por último aceptar ser enseñado. Aprender es un proceso de dependencia. Es
preciso pasar de la posición primitiva de no necesitar o no reconocer al otro,
al deseo de necesitar ser enseñado. El aprendizaje pues ha de vivirse como algo
que complementa las carencias, reconociendo que se tienen y disminuyendo las
defensas omnipotentes y narcisistas que la ansiedad de aprender puede
ocasionarnos.
Según
las ansiedades y defensas predominantes se darían distintas actitudes frente al
aprendizaje, por ejemplo, el niño que no puede aprender porque necesita
defensivamente mantener la creencia que lo sabe todo y alejarse así de las
ansiedades frente al no saber. También hay niños a los que representa admitir
que no sabe y le resulta humillante ya que “debería saberlo”, o bien el niño
que siente que aprender es un sometimiento o un sentirse atrapado.
Todo
esto son diferentes maneras de acercarse o alejarse del aprendizaje. Intentar
averiguar cuál es el estilo predominante de un niño es fundamental para saber
en que momento hemos de pedir ayuda profesional para poder ayudarlo.
Pedir
ayuda en edades tempranas permite poder ayudar al niño a vivir el aprendizaje
de otra manera, ayudándole a disfrutar del proceso del aprendizaje y podemos
evitar que se consolide como un trastorno de aprendizaje. En este como en mucho
otros casos la prevención es un acierto.
Carolina Cardona
Logopeda
Col. 3644
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